jueves, 26 de junio de 2008


La historia dicen, está llena de coincidencias. Unos la ven como tragedia y mas tarde como comedia. Otros piensan que siempre es una tragedia y habrá quien piense que solo es comedia. Lo que está claro es que los sucesos históricos se repiten con bastante asiduidad. Que más da si son de una forma o de otra. Bueno, si que importa, pues sean de un genero o de otro, siempre hay victimas, y creo yo que el estudio de la historia debería servir al menos, para evitar el mayor número de victimas. Hoy, muchos de mis compatriotas que de una forma o de otra se manifiestan contra la situación de Cuba, no son mas que victimas entra las que me incluyo. Pero además, aquellos que defienden a capa y espada la Revolución cubana, también son victimas del mismo acontecimiento y de la figura de Fidel Castro. Visto desde esta perspectiva, ¿qué provecho o utilidad nos han aportado los eruditos trabajos de infinidad de historiadores, pensadores, literatos o intelectuales en general?, ninguna. Todos, ya sea a favor o en contra, escribimos desde la postura de las victimas. Unos resaltan las glorias, otros los defectos y entre ambos, persiste la confrontación que a la larga traerá consigo nuevas victimas, y mientras estas existan no habrá, ni nuevo amanecer, ni nuevo acontecer. Es la cadena o espiral que se repite sin cesar devorándonos unos a los otros. ¿Qué solución podemos encontrar a ello?, ni idea. ¿Cómo evitar la confrontación si ambos están en su derecho de defender sus respectivos puntos de vista? ¿Cómo evitar que en una carrera o acontecimiento haya vencedores y vencidos? ¿Eliminando la confrontación quizá?, pero cómo. Siempre habrá alguien disconforme con el orden establecido, ello forma parte de la naturaleza humana. Lo que si está claro es que la única forma de evitar una confrontación mas allá de las palabras, que son las que suelen provocar el mayor número de victimas, es evitando silenciar a esa persona disconforme. De momento, solo las autenticas democracias estimulan este tipo de confrontación con el sobre nombre de debates. Otorgan en igualdad de condiciones a todas las personas, todos los medios posibles para que puedan expresar sus puntos de vista y quizá con el uso de la razón algún día, ganar adeptos o adictos para sus campañas. Pero la historia está llena de demagogos que han logrado llevar a naciones enteras al abismo de las guerras sólo con el uso de la retórica y la demagogia. Entonces, ¿dónde está el límite? Francamente resulta sumamente complejo el tema como para desarrollarlo en un blog que no tiene pretensiones filosóficas.
Todo esto viene a cuenta porque en muchos textos encontramos similitudes que nos recuerdan incondicionalmente experiencias vividas con anterioridad. Cosas que pensamos en su momento, de golpe las encontramos plasmadas de forma esplendida. Si quien las describe es además un Premio Nobel, pues nos damos por satisfechos. Esto es lo que me ha pasado con el Ogro filantrópico de Octavio Paz. Una recopilación de artículos que recogen diferentes temas que van desde la Revolución Mexicana hasta los Gulag rusos y por supuesto el caso padilla y otros más. En el artículo “Las ilusiones y las convicciones”, Octavio Paz analiza con precisión la visión de Cosío Villegas sobre la Revolución o revoluciones Mejicanas. El papel de éstas en la historia de México; los reiterados fracasos en busca de una autenticidad que diera sentido e identidad a la nación y que definitivamente se constituyeran en el impulso necesario para fundar una sociedad moderna que no se negara a si misma su potencial. En medio de todo esto, que aparentemente nada o casi nada tiene que ver con la historia de Cuba, encuentro un texto que bien podría ser útil para plasmar el fracaso de la revolución cubana. Dejemos que sea el Nobel quien termine este enredo, solo aclarar que la negrita es mía.

La Revolución Mexicana, según Cosío Villegas, había fracasado en sus tres propósitos centrales: instaurar un régimen democrático; dar razonable prosperidad y dignidad a los ciudadanos especialmente a los a los campesinos y los obreros; construir una nación moderna, dueña de sus recursos reconciliada con su historia y decidida a enfrentarse a su futuro. En sus aspectos negativos, la Revolución había alcanzado sus metas: la destrucción del régimen autoritario de Porfirio Díaz (Fulgencio Batista), la derrota de la oligarquía y la liquidación del latifundio. Pero la revolución sustituyó la dictadura personal de un caudillo por la dictadura impersonal de un partido único; (en el caso cubano mas la personal de otro caudillo), destruyó el latifundio, pero no creó una nueva agricultura; recobró alguno de los recursos nacionales (el petróleo (azúcar) como ejemplo máximo), pero no se supo ni explotarlos ni administrarlos; en fin su política nacionalista no había roto las cadenas que ataban al país a los intereses extranjeros (en Cuba se produjo un traspaso de intereses extranjeros). Cierto no todo había sido negativo: los regímenes revolucionarios habían provisto al país con una red de carreteras, habían construido presas y habían implantado, mal que bien, un sistema de educación popular.

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