sábado, 19 de julio de 2008
EL BARBERO
El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos.
Esta canción de Pablito me encantaba de joven. Creo que aún soy joven, pero ahora cuando entono estas letras tienen un sabor diferente. Ya no me gusta tanto. Ayer estuve en el barbero y mientras me cortaba el pelo la imagen del espejo nada tenía que ver conmigo. Tengo la impresión que los espejos de la barberías sobre todo cuando cubren las dos paredes y se reproducen en un efecto óptico hasta el infinito, nada tiene que ver con los del cuarto de baño de casa. El de casa pocas veces engaña, pero en la barbería, unas veces estas guapo y otras, como ayer, viejo. Normalmente entras hecho un desastre y sales satisfecho, pero ayer salí con otra imagen, el hombre del espejo era un señor mayor. Ya se que aquellos que me conocen y tienen unos cuantos años más que yo dirán: está chocheando. Puede que sea así, pero fue la sensación que tuve.
A medida que me iban cortando el pelo y veía como destacaban mis ojeras; las arrugas nunca las veo, creo que no tengo y si hay no las noto o de momento no les hago caso, eso no me preocupa. Pero mi semblante era de una persona cansada. Bueno esto le puede pasar a cualquiera, pero sentado allí, mientras mis hijos leían tebeos, empecé a pensar que el señor que me corta el pelo le conozco hace mas de doce años y que hace doce años que religiosamente cada vez que me crece el pelo, voy ahí para cortarlo y poner las pasas un poco en orden. Mi pelo, si es que se le puede llamar así, ha cambiado. Antes era rubio, casi albino, ahora es mas castaño pero empieza a blanquear con las canas. Los rizos no son como los de antes, toda ha cambiado. Volviendo a mi barbero recuerdo el primer día que lo encontré. Salí de casa porque estaba harto de no poder darle forma a mi cabeza con la cantidad de pelo que tenía. Vivía entonces en Pineda de Mar, un pueblito maravilloso cerca de Barcelona. No conocía muchos sitios así que tuve que buscar algo que estuviera cerca de casa. Unos meses antes en la misma situación de la de entonces, caí en manos de un moderno o post-moderno que según él era un artista, y de verás me hizo una obra de arte en la cabeza, un especie de Miró sin colorines, quedé muy desilusionado con el resultado, a uno puede gustarle el arte pero no tanto como para llevarlo colgado en la cabeza todos los días. Gracias a dios el arte de los barberos es algo que el tiempo siempre arregla. Por supuesto que ahora no quería caer de nuevo en sus manos así que salí en busca de algo nuevo. Y caminando vi una barbería como las de antaño, con ese anuncio lumínico rojo, azul y blanco que parece se mueve, me dije vamos a probar. Desde entonces ese señor que se llama Joseph, es el encargado de mi cabeza. Siempre estoy contento de su trabajo y el único que ha logrado superarlo hasta hoy ha sido el de Miami, allí me llevó mi hermano. Ahora estoy esperando llegar a Miami para cortarme el pelo otra vez.
Ayer todo fue un poco diferente porque como les decía, me veía cansado y cuando me percaté de lo grande que están mis hijos, el mayor tiene 10 y el pequeño 5, va para seis, pensé joder, cuántos años hace que conozco a Joseph y cuántos años hace que vengo aquí religiosamente a cortarme el pelo. Entonces comprendí que el tiempo pasa y nos vamos haciendo viejos, pero ya no como cuando cantabas la canción, ahora lo empiezas a notar en los dolores de espalda, en el cansancio y sobre todo, cuando sales del la barbería. La canción ya no es la mismas, ahora es como la vida misma.
Confieso que si escribo sobre Joseph no es porque tenga sueños eróticos como el marido de la peluquera, dios me libre, pero aquellos que nos cortan el pelo, y alguna vez nos afeitan, son gente entrañable, amable creo que es uno de los indicadores útiles para saber si estas aplatanado a un lugar. Cuando en Miami fui a cortarme el pelo, la razón fundamental era un poco vivir el cubaneo que en España se le echa de menos. Allí escuché la frase de “la niña de ojos azules”, al principio me quedé pensando, qué demonios quiere decir este tío con eso, luego cuando habló de la fiana entonces caí. El corte de pelo fue sensacional pero me quedo con lo del cubaneo.
Ayer sentado en un sillón clásico de barbería, rodeado de enseres que ya no se encuentran, hasta colonia Crusellas tiene el hombre, con los brazos bien pegados al cuerpo para no rozarle las pelotas, tuve estas reflexiones, palabra maldita desde que alguien que todos conocemos se la ha apropiado. No me pregunten que significado puede tener todo esto. La verdad es que nada, solo que hacia bastante tiempo que no escribía y se me ocurrió hacer una reseña sobre el tema.
Estoy preparando un escrito sobre la publicidad en Cuba que prometo para la próxima tenerlo listo y que sea mas interesante.
Una cosa más, un amigo residente en New Jersey y que visita desde hace no sé cuantos años a un barbero chino del China Town, descubrió gracias a su barbero, uno de los mas fabulosos restaurantes chinos y del que tuve el placer de disfrutar. ¿Es esto o no, un indicador de que estamos aplatanados a nuestro entorno? Creo que si y que tenemos otra patria chica.
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