domingo, 11 de mayo de 2008

Los chinos y el estrés


Estamos a domingo y me doy cuenta que es el único momento en que puedo escribir cuatro líneas. Los días laborables llego tan cansado a casa que aunque me ponga, siempre acabo rendido ante las fuerzas del sueño y la pereza. De todas maneras tengo en la cabeza tantas cosas que no se por donde empezar. Como estoy en un trabajo nuevo la verdad es que estoy bastante acojonado con la responsabilidad que me han dado sin verdadera experiencia en el ramo. A veces pienso si seré capaz de desarrollar el proyecto que me han encomendado. Me imagino que cuando uno empieza algo nuevo tiene la misma sensación y no es para tanto, pero yo francamente me pongo nervioso. Por un lado quiero romper con mi vida anterior de guía turístico, pero pienso también en la comodidad de algo que ya conoces a la perfección y sabes hasta donde puedes llegar; el dinero que puedes ganar al año y como distribuirlo para alimentar a tu familia, pagar tu hipoteca y todas las letras pendientes. Por otro lado piensas: si salen las cosas bien todo puede ir a mejor, dependes de ti mismo y de nadie mas; bueno quizás un poco de suerte no vendría nada mal: hallar las personas precisas en el momento adecuado. ¿Tendré esa suerte o soy un imbécil que no ha empezado y ya se siente ejecutivo estresado? Seguramente una combinación de ambas cosas. Dejemos de lado mis neuras y hagamos algo productivo.

Una amiga me pidió trabajar juntos en algo sobre los chinos en Cuba. La verdad es que el tema me llama la atención, y a pesar de denegar la oferta me puse a leer a Levi Marrero, y de verdad que los chinos han sido y serán siempre la hostia en verso como decía una madrileña. Llegaron a Cuba a finales de la primera mitad del siglo XIX, según un proyecto de la Junta de Fomento promovida por la familia Zulueta y una empresa que tenían en Londres. Resulta que según la Junta, los chinos no venían como esclavos sino como colonos, es decir hombres libres y a todos los efectos eran considerados hombres blancos, pero, con la subclasificación de asiáticos para fines censales y estadísticos. Como bien señala el historiador, esto era pura semántica esclavista cubana, los hechos demostraron que venían como verdaderos esclavos hasta que el emperador de la China se quejó y el Marqués de la Pezuela tuvo que sacar una ordenanza para que fueran llevados a Cuba bajo las mismas condiciones con las que llegaban los colonos gallegos traídos por Feijoo Sotomayor y los yucatecos de Francesc Martí. De todas formas esas ordenanzas los negreros reciclados se las pasaron por el forro y hicieron lo que les dio la gana. Fueron varias las ordenanzas, hubo una por el drama de que no venían mujeres, esto era un serio problema añadido a la ya depauperada situación de los chinos, pues las mujeres que ofrecían placer a cambio de algo, tenían sus prejuicios, ¿quién no los tiene? y no querían practicar sexo con los asiáticos. Si estaban en un ingenio, como eran colonos, sus estancias estaban separadas de los barracones de los negros, así que para enganchar a alguien del sexo opuesto lo tenían bastante crudo. En conclusión, o se mataban a pajas o se volvían maricas. Tuvieron que pasar varios años para que la gente les dejara de ver como cosa rara. Su mayor éxito quizá fue la medicina. Otra de las ordenanzas obligó, que con cada cargamento viniera un médico chino. No sabemos cuantos llegaron, pero los que lo hicieron no tardaron en hacerse notar. Desde entonces no ha dejado de repetirse la celebre frase: "a este no lo cura ni el medico chino" . Por Leví Marrero sabemos al menos de uno que llegó a ser bastante famoso, hasta se publicaron dibujos suyos en la prensa de la época, hablamos de Chambombian. Todavía hoy, hay descendientes de éste eminente chino por las calles de La Habana. A pesar de los remedios de santos, esta gente tuvo que enfrentar muchos prejuicios de la época. Existen documentos que acreditan como en varias ocasiones les fueron denegados los permisos para establecer una herboristería o ejercer la práctica. Se les exigía títulos que ellos no tenían y si tenían, se los habían decomisados para venderlos como colonos ilegalmente. Por fortuna venció el sentido común. En comparación con las prácticas que empleaban los cirujanos barberos de la época que usaban métodos mas que bestias, los chinos demostraron con resultados concretos, que su cultura era superior y a pesar de las dificultades sobrevivieron a todo aquello. Otro de los grandes éxitos de estas hormigas laboriosas, fue la creación de varias fondas, que luego se convirtieron en auténticos paladares para sibaritas, y por supuesto, su enorme aportación a nuestra cocina tradicional. Nuestra mesa se llenó de hortalizas que hasta entonces poco o nada se consumían, y hasta el triunfo de la revolución, la producción de verduras y hortalizas estuvo prácticamente en manos de los chinos. Todavía esta por escribir la aportación china a la cocina cubana.

Sin embargo, la mayor tragedia de esta historia fueron los suicidios colectivos. Yo he oído que los japoneses, y la gente dirá que nada tiene que ver con los chinos, y tienen razón, pero realizan las huelgas de una forma particular: en lugar de no ir al trabajo se machacan el doble o el triple si es preciso. Eso un occidental por muy sensible que sea con la causa jamás lo entenderá. En esta línea de cosas raras, los chinos en cuba, mas allá de las fugas individuales y alguna que otra venganza particular o colectiva, la mayor violencia la ejercía sobre si mismo suicidándose. Fueron muchos los casos de suicidios colectivos, tal es así, que como señala Levi Marrero, en 1866 Cuba tenia la tasa más alta de suicidio en el mundo, y de cada 1.000 chinos, 5 se suicidaban. Por desgracia con la revolución estas estadísticas no han bajado, al menos hasta hace bastante poco teníamos la tasa mas alta de América latina. No se puede asociar esto a la tradición milenaria china, pues los suicidios allí en la actualidad son pocos comparados con los de la Europa del Este, los antiguos ex-comunistas; allí es donde hoy por hoy la gente más acaba con sus vidas. Los chinos de entonces tendrían sepotocientas razones para hacer lo que hacían. La creencia en la transmigración de las almas después de la muerte podía se una de ellas. El látigo y las terribles condiciones de trabajo a las que no estaban habituados, puede que fuera otra. Por suerte, mi estrés está bastante lejos de tomar una decisión tan drástica como la de los chinos. Siempre puedo regresar a mi vida anterior, sin necesidad de la transmigración. Espero superar con creces el bache en el que me encuentro y nunca más ligar un estudio de historia con mi vida personal, que al fin y al cabo es maravillosa con su hipotecas letras y demás, pues tengo una familia y eso, si que es importante.

Os dejo un verso que encontré entre las cosa de los chinos que francamente no entendí pero ahí va:

Jah, corason no lo jayo
palabra con que disite
que tu uno cosa jisite
Lo memo que uno cabayo.
Ñami ñami aró con gayo
cumigo tú lo etaria
si tu Frasiquilla mia
pa murite no te pura
pue merico chino cura
to male cun brujería.
Pobresita tu pasate
mentra lo tuvite enfremo
pena prugatorio memo
cun remedio que tomate
jinchá la buche llevate
de bibia trafalario
que lo vende boticario
en caguita fino fino
y que cun merico chino
ya no lo son necesario

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