domingo, 31 de agosto de 2008

cita histórica con la historia



…ayer hablaba con un señor que afirmaba que la historia nunca se puede reconstruir tal cual fue, la historia es pasado decía por lo tanto aunque la recrees en un libro, en el cine o en la pintura, es solo eso, una recreación, nunca vuelve a ser lo que fue, porque el pasado es un estado temporal que pasó, y nunca más volverá a ser lo que fue….., la verdad es que me quedé así un poco como pensando: este señor es un filósofo. Pero como historiador no puedo estar de acuerdo con él. ¿Sino que coño hacemos los historiadores en este mundo? Creo que dijo una tontería como la copa de un pino aunque lleve razón en ello. Es cierto que nunca volverá a ser lo que era pero ello no es motivo para restarle importancia a la labor del historiador. La verdad es que el señor con su afirmación categórica no le está restando valor a la labor de los historiadores, pero es que hace bastante poco me sentí más que afortunado por la familia que tengo. ¿Qué tiene que ver mi familia con la historia? Pues muchas cosas, y una de ellas es que mi padre fue un gran historiador. Pero soy más afortunado aun porque dentro de muy poco tiempo nos vamos a reunir todos los hermanos junto a mi madre. Hermanos que hoy vivimos regados por el mundo: La mayor en México, la segunda en Cuba, el Tercero con mi madre en Miami, el cuarto en Sarasota y el quinto en España. Tendría que sacar muchas cuentas para recordar exactamente cuando fue la ultima vez que estuvimos todos juntos. Para no estar exento de error tendría que remontarme al pasado, quizás no tan lejano desde el punto de vista histórico, pero quieras o no toda una generación: estamos hablando de 18 años que es el tiempo que llevo fuera de Cuba. Nunca volverá a ser igual que cuando nos reuníamos en La Habana en la casa de 68. Mi padre ya falleció y físicamente no podrá estar con nosotros. La reunión no es una reconstrucción del pasado, es un hecho que será actual para conmemorar una fecha que es simbólica: los 90 años de mi madre rodeada de sus hijos y si es posible de sus nietos y biznietos. Llegar a los 90 años en perfectas condiciones es un don que dios otorga solo unas cuantas personas, y ella es una de las elegidas. Se que algunos de mis hermanos dirá que no está en perfectas condiciones, pues ya no ejerce como arquitecta, ni sube a los tejados de las obras para comprobar posibles grietas; se desplaza con ayuda de un bastón , pero cuando llega a la piscina bracea como cualquier nadador, bueno, quizá exagero, pero no se ahoga y eso es mucho. Dibuja con un pulso juvenil, su mente es clara, transparente, adora el cine, la música y la literatura. Ahora le ha dado por escribir las crónicas del nacimiento de mis hermanos y recuerdos familiares varios. Es parte de la historia que nunca volverá a ser como era, pero cuando está escrita por un testigo, independientemente de los fallos que te puedan producir un cúmulo de recuerdos, -90 años dan para muchos recuerdos-, esas historias la mantendrán siempre viva con nosotros. Esto lo comprendí el otro día.

Mi padre fue historiador y dejó muchas páginas escritas. Hace poco leía un trabajo suyo sobre el anexionismo. Era tarde, como ahora cuando escribo acompañado de la soledad. Empecé en voz baja y a medida que iban pasando las páginas, descubrí que estaba leyendo en voz alta, mejor dicho, yo no leía, era mi padre quien me leía el trabajo. Escuchaba su voz como si estuviera a mi lado leyéndole un cuento a su hijo antes de dormir. Fue una sensación tan agradable que dormí como hacia tiempo no conseguía hacerlo. Otra vez me sentí afortunado de que fuese historiador y escritor, de haberle escuchado infinidad de veces en conferencias. Observaba sus gestos, sus manos dejaban abiertos el pulgar y el índice mirando al cielo; de vez en cuando se las llevaba a la nariz para estirársela dejando la punta encima del labio con un ligero tembleque. Eran su voz, sus tics y su inteligencia quienes me acompañaban.
En noviembre volveremos a estar todos juntos, nada será como antes, pero todo volverá hacer igual que antes. Es una dicha que tenemos al tenernos los unos a los otros, el saber de donde venimos que somos y que seremos. Recordaremos historias pasadas y al mismo tiempo estaremos haciendo historia.

jueves, 14 de agosto de 2008

Sueños olímpicos


Estos días con tanta olimpiada la verdad es que se le esfuman a uno las ganas de escribir. Siempre he sido aficionado a los deportes, aunque también es verdad que practico muy poco, casi nada, mejor dicho, nada de deporte. En mi casa llevábamos casi un año sin tele, por vagancia también. Se movió la parabólica de sitio y ninguno de los que en ella residimos nos dimos a la tarea de arreglarla. Pasábamos olímpicamente, nuca mejor dicho. Dos días después de la inauguración le comenté a mi mujer que ahora si que merecía la pena hacer algo porque echaba de menos las olimpiadas. Nos pusimos a la tarea y por fin lo hemos conseguido.
He visto los cinco oros de Michael Phelps, y me ha entrado un gusanillo por la natación que no puedo evitarlo. Me pasa siempre que veo competiciones de alto nivel. Recuerdo mis años mozos, campeón nacional de Cuba de natación en las categorías de 9-10 años, 11-12 y 13-14. Luego abandoné la escuela de deportes, no soportaba los entrenamientos que se me hicieron cada vez más y más aburridos. La pésima alimentación, las pastillas que nos daban los alemanes, las inyecciones que nos ponían cuando se acercaba algún evento internacional de tipo centro americano que es a lo máximo que pude aspirar. Puro doping que las autoridades cubana nunca reconocerán, pero yo lo sé porque lo sufrí en carne propia siendo un niño.
Ahora ves a todos esos monstruos, porque eso es lo que son, como nadan, los bañadores que en Cuba llamábamos trusas y como me gustaría estar en su lugar. Siento envidia y no puedo evitarlo.
Creo que tuve un gran potencial como para rendir mucho mas de lo que di sin necesidad de tanta química, pero la escasez de recursos acabó con mi paciencia. Cada uno tiene su época y sus momentos de gloria y no debería sentir lo que siento ahora, pero no puedo evitarlo. Para nada lamento mi falta de seriedad en los entrenamientos que es donde realmente se consiguen los buenos resultados, pero ahora te das cuenta que había tanta miseria a nuestro alrededor que en fin no tengo palabras. Que nadie confunda mi decepción de hoy con lo feliz que era entonces, porque en realidad era un niño muy feliz.
Recuerdo un día en particular que nos pasaron una película de Mark Spitz, conocía sus proeza y me habría gustado a ser como el, pero no llegué a ello y pensé que era yo el único culpable. Algunos años mas tarde, después de haber dejado la natación y todavía viviendo en Cuba, pude ver nadar a Salnikov el primero en bajar de los 15 minutos en los 1.500 metros y pensé que podía haber llegado a hacer lo mismo, pero había abandonado la natación antes de tiempo. Hoy viendo a Phelps se que nunca habría conseguido sus tiempos en 200 y 400 libre que eran mi fuerte, pero no era solo culpa mía, sino también de la falta de recursos con la que nos entrenábamos. Siempre soñé con una final olímpica pero mis tiempos estaban muy lejos del nivel exigido.
En fin, son cosas que pasan y no tienen mas importancia que meras elucubraciones mías. Siempre que regresaba de alguna competición, volvía a casa con cinco o seis medallas de oro, eran mis años de gloria y creo que por muchos años que pasen, ellos siempre me acompañarán.