…ayer hablaba con un señor que afirmaba que la historia nunca se puede reconstruir tal cual fue, la historia es pasado decía por lo tanto aunque la recrees en un libro, en el cine o en la pintura, es solo eso, una recreación, nunca vuelve a ser lo que fue, porque el pasado es un estado temporal que pasó, y nunca más volverá a ser lo que fue….., la verdad es que me quedé así un poco como pensando: este señor es un filósofo. Pero como historiador no puedo estar de acuerdo con él. ¿Sino que coño hacemos los historiadores en este mundo? Creo que dijo una tontería como la copa de un pino aunque lleve razón en ello. Es cierto que nunca volverá a ser lo que era pero ello no es motivo para restarle importancia a la labor del historiador. La verdad es que el señor con su afirmación categórica no le está restando valor a la labor de los historiadores, pero es que hace bastante poco me sentí más que afortunado por la familia que tengo. ¿Qué tiene que ver mi familia con la historia? Pues muchas cosas, y una de ellas es que mi padre fue un gran historiador. Pero soy más afortunado aun porque dentro de muy poco tiempo nos vamos a reunir todos los hermanos junto a mi madre. Hermanos que hoy vivimos regados por el mundo: La mayor en México, la segunda en Cuba, el Tercero con mi madre en Miami, el cuarto en Sarasota y el quinto en España. Tendría que sacar muchas cuentas para recordar exactamente cuando fue la ultima vez que estuvimos todos juntos. Para no estar exento de error tendría que remontarme al pasado, quizás no tan lejano desde el punto de vista histórico, pero quieras o no toda una generación: estamos hablando de 18 años que es el tiempo que llevo fuera de Cuba. Nunca volverá a ser igual que cuando nos reuníamos en La Habana en la casa de 68. Mi padre ya falleció y físicamente no podrá estar con nosotros. La reunión no es una reconstrucción del pasado, es un hecho que será actual para conmemorar una fecha que es simbólica: los 90 años de mi madre rodeada de sus hijos y si es posible de sus nietos y biznietos. Llegar a los 90 años en perfectas condiciones es un don que dios otorga solo unas cuantas personas, y ella es una de las elegidas. Se que algunos de mis hermanos dirá que no está en perfectas condiciones, pues ya no ejerce como arquitecta, ni sube a los tejados de las obras para comprobar posibles grietas; se desplaza con ayuda de un bastón , pero cuando llega a la piscina bracea como cualquier nadador, bueno, quizá exagero, pero no se ahoga y eso es mucho. Dibuja con un pulso juvenil, su mente es clara, transparente, adora el cine, la música y la literatura. Ahora le ha dado por escribir las crónicas del nacimiento de mis hermanos y recuerdos familiares varios. Es parte de la historia que nunca volverá a ser como era, pero cuando está escrita por un testigo, independientemente de los fallos que te puedan producir un cúmulo de recuerdos, -90 años dan para muchos recuerdos-, esas historias la mantendrán siempre viva con nosotros. Esto lo comprendí el otro día.
Mi padre fue historiador y dejó muchas páginas escritas. Hace poco leía un trabajo suyo sobre el anexionismo. Era tarde, como ahora cuando escribo acompañado de la soledad. Empecé en voz baja y a medida que iban pasando las páginas, descubrí que estaba leyendo en voz alta, mejor dicho, yo no leía, era mi padre quien me leía el trabajo. Escuchaba su voz como si estuviera a mi lado leyéndole un cuento a su hijo antes de dormir. Fue una sensación tan agradable que dormí como hacia tiempo no conseguía hacerlo. Otra vez me sentí afortunado de que fuese historiador y escritor, de haberle escuchado infinidad de veces en conferencias. Observaba sus gestos, sus manos dejaban abiertos el pulgar y el índice mirando al cielo; de vez en cuando se las llevaba a la nariz para estirársela dejando la punta encima del labio con un ligero tembleque. Eran su voz, sus tics y su inteligencia quienes me acompañaban.
En noviembre volveremos a estar todos juntos, nada será como antes, pero todo volverá hacer igual que antes. Es una dicha que tenemos al tenernos los unos a los otros, el saber de donde venimos que somos y que seremos. Recordaremos historias pasadas y al mismo tiempo estaremos haciendo historia.
Mi padre fue historiador y dejó muchas páginas escritas. Hace poco leía un trabajo suyo sobre el anexionismo. Era tarde, como ahora cuando escribo acompañado de la soledad. Empecé en voz baja y a medida que iban pasando las páginas, descubrí que estaba leyendo en voz alta, mejor dicho, yo no leía, era mi padre quien me leía el trabajo. Escuchaba su voz como si estuviera a mi lado leyéndole un cuento a su hijo antes de dormir. Fue una sensación tan agradable que dormí como hacia tiempo no conseguía hacerlo. Otra vez me sentí afortunado de que fuese historiador y escritor, de haberle escuchado infinidad de veces en conferencias. Observaba sus gestos, sus manos dejaban abiertos el pulgar y el índice mirando al cielo; de vez en cuando se las llevaba a la nariz para estirársela dejando la punta encima del labio con un ligero tembleque. Eran su voz, sus tics y su inteligencia quienes me acompañaban.
En noviembre volveremos a estar todos juntos, nada será como antes, pero todo volverá hacer igual que antes. Es una dicha que tenemos al tenernos los unos a los otros, el saber de donde venimos que somos y que seremos. Recordaremos historias pasadas y al mismo tiempo estaremos haciendo historia.